Los años de trabajo con grupos de jóvenes nos revelan que, desafortunadamente, y pese a los avances en materia de igualdad, existe una marcada resistencia al cambio. El modelo machista subsiste escondido tras la cortina de humo de una supuesta modernidad que maquilla la discriminación reduciendo la igualdad de oportunidades a la mera presencia de las mujeres en determinados ámbitos, ignorando de forma deliberada que el hecho no estriba sólo en estar, sino en cómo, cuándo, dónde, y a qué precio.
En la mayoría de los casos identificamos en los chicos un miedo acérrimo a perder los privilegios, la falta de herramientas para generar nuevas masculinidades, el desconocimiento frente a las consecuencias negativas que el machismo supone para sus vidas, y cierto “delirio de persecución” cuando se encuentran en espacios de debate.
En cuanto a las chicas, el obstáculo más grande, aunque no el único, es en muchos casos un modelo de amor romántico grabado a fuego en el imaginario colectivo, y que condiciona todas las esferas de la vida.
También encontramos, para redondear el cerco que la sociedad impone, evitando así el acceso a la igualdad real, la falta de interés que tanto chicos como chicas tienen por un tema que consideran secundario, incluso cansino ¿Qué mejor estrategia para una sociedad machista que generar antipatía frente a la igualdad?
Todo ello nos plantea un escenario complejo pero imposible de eludir, al menos no en nuestro caso.
Precisamente el compromiso de la Asociación nos ha llevado a organizar, en torno a este 8 de marzo, una charla denominada “inspirando a chicas e inspirando a chicos” dirigida al grupo de jóvenes de nuestro Centro de día, y cuyo objetivo fue precisamente dejar claro que la igualdad de oportunidades no es asunto sólo de mujeres.
El resultado fue muy positivo, los chicos y chicas que participaron se implicaron, hablaron sin tapujos pero desde el respeto, lo cual permitió que se aclararan dudas, se compartieran puntos de vista y se establecieran conclusiones. La charla, que puso sobre la mesa entre otras cosas las consecuencias de la desigualdad tanto para hombres como para mujeres, despertó un inusitado interés que para el equipo del Centro resultó esperanzador, una bocanada de aire fresco que nos confirma que el trabajo por la igualdad no sólo es ineludible, sino absolutamente necesario, y que por encima de todo, merece la pena